viernes, 8 de febrero de 2008
Se eligió al nuevo Presidente del IFE, triunfó Leonardo Valdés Zurita. Qué poco nos duró el gusto de que un organismo descentralizado y ajeno a la politiquería mexicana regulara los procesos electorales. Aún recuerdo la cara de Luis Carlos Ugalde ante la irremediable decisión de quitar al consejo del IFE para elegir nuevos personajes, que de paso, le dieran gusto a los partidos; y esa cara fue la misma que pusimos algunos mexicanos que no nos tragamos la farsa de una reforma en esa institución. ¿Qué tienen que ver los partidos con el IFE? Nada, por más que quieran involucrarse y hablar por sus representados (que por cierto, involucran al pueblo mexicano para justificar sus decisiones, pero no son capaces de donar el 10% del salario a los afectados por desastres naturales, entiéndase Tabasco).
Lo más lamentable es que esa reforma robustece el sentimiento de incredulidad en el proceso electoral del 2006, y le da la espalda a una institución respetada a nivel internacional, la destruye, la destroza con razones ilógicas y fuera de contexto.
El IFE no era cualquier órgano apolítico que organizaba elecciones, no. El IFE fue el culpable de la transición de poderes en el año 2000; fue el culpable de recortar las campañas que se estaban convirtiendo en una feria donde el voto se cambiaba por un kilo de arroz; fue quien fomentó el voto ciudadano para disminuir el abstencionismo; fue quien hizo, en las dos últimas elecciones federales, que el voto ciudadano pesara más que el poder gubernamental.
Quizá los que piensan en un fraude electoral que llevó a Calderón a la presidencia, ni siquiera vean que les favorece la destitución de los antiguos consejeros del IFE. Sin embargo, se acuerden o no, ésta acción no hace más que desacreditar el trabajo de dicha institución.
Nada nuevo nos espera, para saber sobre el futuro sólo hay que remontarnos a las elecciones donde “triunfaron” Salinas de Gortari o Miguel de la Madrid, donde se caía el sistema y el ganador se elegía por dedocracia.
Este es México, donde hay partidos políticos que se creen reguladores de las elecciones, y legisladores que sólo se acuerdan de los ciudadanos cuando hay que justificar gastos millonarios
